Javier Ignacio Lux (Santiago de Chile, 1998) nació en el seno de una familia de clase media, y pasó gran parte de su infancia y pre adolescencia en un colegio de monjas italianas. Entró a estudiar cine, e hizo talleres de teatro, dramaturgia y guion. Actualmente estudia traducción e interpretación inglés-español. Sus pasatiempos, nos dice, van desde la jardinería a la cata de vinos. En esta entrevista ahondamos sobre sus motivaciones como escritor, sus hábitos como lector, su pasado como estudiante de cine y las razones para leer "El señor de las mentiras & otros relatos", su primer libro de cuentos. Desde la intimidad, Javier nos sorprende, como si cada respuesta nos aclarase el misterio detrás de este joven escritor.
¿Cuándo supiste que lo tuyo era la escritura?
No lo supe hasta tiempo después de haber perdido el rumbo, y de fracasar, una y otra vez, en todo lo que me interesaba: la música, el cine y la actuación. Tampoco quiero decir que me haya ido mal, sino que, y como le sucede a mucha gente, tenía expectativas demasiado altas. La escritura es un arte que requiere muchísima paciencia, y eso era lo que necesitaba en ese preciso momento: aprender a cultivar ese don que mi generación ha perdido. De ahí en adelante se convirtió en un acto de placer, necesidad y disciplina; pues quería probarme a mí mismo que sí podía hacerlo, para así, por fin, dormir un poco más tranquilo por las noches.
¿Qué tan buen lector eres?, háblanos de tus rutinas y preferencias como lector: horarios, tiempos y hábitos.
No tengo rutinas ni horarios para leer. La literatura, creo yo, no se debe autoimponer; pues, de lo contrario, se volvería algo aburrido, monótono, demasiado riguroso. La lectura debería ser vista como el resultado de un proceso totalmente orgánico: de la misma forma en que, por ejemplo, nace una flor en el desierto. No solía leer mucho en el colegio; de hecho, me iba pésimo en las pruebas, pero me gustaba oír historias, anécdotas, y guardarlas en la memoria; era, tal vez, una forma de aprender a contar lo que yo mismo tenía que decir.
Alguna vez estudiaste cine, ¿qué recuerdas de esa época? ¿cómo logras darte cuenta de que de uno u otro modo lo tuyo es la narrativa?
Sí, estudié cine, pero no terminé la carrera, y eso me hizo sentir culpable durante mucho tiempo. Tengo que admitir que me aburría un montón en clases: lo único que quería era ver películas, escribir historias y empezar a rodar. Luego de abandonar el instituto, y casi por puro azar, me inscribí en un diplomado de dirección de cine en la academia La Toma, y ahí fue donde aprendí, ejercí y viví lo que es el oficio de realizador cinematográfico. Poco a poco, las clases de guion se convirtieron en la razón por la que me levantaba todas las mañanas, y es que, finalmente, había encontrado un propósito: quería escribir.
¿Hay algo de guionista en tu forma de contar historias?
Por lo general, intento narrar de la manera más visual posible, tanto en las acciones de los personajes, como en los monólogos interiores que estos tienen; aunque, claro está, todas las historias tienen su propia substancia, y por lo mismo el panorama visual varía según el cuento: en algunos doy más prioridad a lo físico, el ruido y la saturación de diálogos, porque así además lo requiere la trama; en otros, en cambio, sitúo la lente, como si fuese un camarógrafo, en los pensamientos, contradicciones y batallas internas de los personajes, esto hace que el viaje sea una cuestión más anímica que física (como el moverse de X a Y, por ejemplo).
¿Cuál es el tipo de cine qué te gusta? ¿Géneros o directores preferidos?
Tengo una inclinación hacia el drama, el suspenso y las comedias románticas de antaño. La primera película que realmente me emocionó fue Manhattan (1979): la estética, la música, el blanco y negro, la mundanidad de los personajes… Fue una experiencia que realmente me golpeó en el estómago, y que, por primera vez, me hizo llorar frente a una pantalla.
Si bien el cine y la literatura son lenguajes diferentes, ¿en qué se parecen y por qué se complementan?
A mí parecer la imagen es el punto central del asunto. El cine es un arte puramente visual (dejando de lado la música), y esto queda claro desde el momento en el que se comienza a escribir un guion, independiente de si es una película con grandes explosiones o un drama contemplativo: la imagen sigue siendo el hilo conductor de lo que se quiere contar. La literatura se parece mucho a un espejo, y es que ahí se ven reflejadas dos imágenes: la que los demás nos cuentan, y la uno mismo va construyendo a lo largo de los años. Quizás por eso la lectura tiene un carácter más subjetivo. Aunque también es cierto que hay libros que, de cierta manera, te provocan la sensación de estar observando todo lo que en la página acontece. El punto de vista –creado a partir de las experiencias- es el lenguaje que tienen en común.
¿Qué autores u obras han influido en lo que escribes, ya sea por temáticas o estilos?
Podría soltar un sinnúmero de nombres; pero, aun así, me quedaría corto: Raymond Carver, Julio Cortázar, Silvina Ocampo, Marguerite Yourcenar, Anne Sexton, Henry Miller, Anaïs Nin, etcétera. Sin embargo, y viéndolo desde la vereda de la nostalgia, no puedo no pensar en Jack Kerouac, y sus novelas En el camino y Los vagabundos del Dharma: me hicieron ver la literatura como una caótica forma de expresar lo que uno tiene en la cabeza.
¿Recuerdas lo primero que escribiste (puede no estar publicado) y en qué circunstancias surge ese texto?
Cuando pequeño solía escribir cartas, poemas e ilustraciones con diálogos, que ahora que lo pienso, no tenían mucho sentido. La mayoría de esos textos partían desde la rabia, la vergüenza y el miedo. Se convirtió en una forma de dialogar conmigo mismo, y de intentar, a veces en vano, comunicarme con los demás.
Sobre tu experiencia como escritor en general, ¿recuerdas cómo y cuándo decidiste publicar lo que escribes?
A mediados del 2022 tuve la suerte –no sé si llamarlo de otra forma- de obtener el tercer lugar en un concurso de cuentos. Recuerdo que la entrega de los premios fue un momento un tanto incómodo: me encontré a mí mismo en medio de un mundo que no conocía, y del que no era parte en lo absoluto; un mundo en el que abundan los trajes, las corbatas y los títulos universitarios; pero, al mismo tiempo, fue una instancia de catarsis, y es que fue el día en que me dije a mí mismo: “Sí, quiero ser escritor, quiero que la gente me lea, y que compartamos, aunque sea por un rato, nuestras penas, alegrías e inquietudes; pero eso no significa que tenga que ser como ellos, lo haré a mi manera, bajo mis propios términos y siendo yo mismo”. Ese mismo día decidí que haría lo que estuviese a mi alcance con tal de publicar esos relatos.
Háblanos de la génesis de “El señor de las mentiras & otros relatos”: ¿cómo fue ese proceso (desde la idea a la escritura)?
Primero partió como un intento de novela; pero, al ver que aún no estaba listo para eso, decidí desmigajar el texto, y sacar de ahí las ideas que más me gustaban: los personajes obsesivos, neuróticos y de autoestima baja; las metáforas relacionadas al fuego y la naturaleza; y los monólogos acerca de temas actuales como las aplicaciones de citas o la salud mental. Lo único que tenía más o menos claro era que quería escribir un texto sincero, propio, y es que coincidió con una época en la que no dejaba de preguntarme quien era, y hacia donde iba. Y eso fue lo que intenté llevar al papel. Lo demás se resume a la constancia, la determinación y el gusto por lo que haces.
¿Hay algún cuento favorito? ¿Por qué?
Sí, El señor de las mentiras, y es que, además de dar nombre al libro, es, también, el relato más personal, profundo e íntimo de la recopilación. Me aterra la idea de cómo uno puede llegar a mentirse a sí mismo y, de paso, dañar a los demás, a veces sin siquiera darte cuenta, como un acto meramente instintivo, alejado a toda moral, ética o sensibilidad.
La nostalgia y lo sombrío unen a los relatos de tu libro, ¿crees que los lectores comprenderán la premisa tuya como escritor?
Creo que tanto la temática como la dirección del libro se hacen notar desde el prólogo, y esa, claramente, fue mi intención al momento de empezar a redactar el primer cuento. No sé si me importa que la gente entienda o no el mensaje; me basta, al menos por ahora, con que sea un viaje entretenido e intenso para el lector.
¿Qué comentarios has recibido de tus cuentos? Alguno que te haya llamado la atención.
He recibido muchos comentarios positivos al respecto, y no puedo negar que es algo que me pone feliz, de buen humor, y que me hace sentir algo de optimismo a la hora de pensar a futuro; pero es un sentimiento efímero, pasajero, ¿acaso esa no es la naturaleza del éxtasis? Hubo cierta persona que me comentó: “No sabía que había tanta desdicha en tu espíritu”. Y esa es justamente la razón por la que escribo: porque hablar no es suficiente para alguien que tiene tanto que decir.
¿Hay intención de mostrar tu talento, pero ahora en el género de la novela? ¿Puedes adelantar algo de lo que preparas en escritura?
Ahora mismo estoy trabajando en la escritura de mi primera novela: Drags, suicidas y locas. La definiría como un viaje personal a través del mundo underground del travestismo, la cultura drag, las aplicaciones de citas homosexuales, el concepto de identidad, las drogas y el autodescubrimiento. Sí, es algo que me tiene entusiasmado, con la mente ocupada; aunque, y esto lo he aprendido con el tiempo, intento tomármelo con calma; pues sé que es un largo e intenso camino.
Eres director de la revista digital “El Coloso”. Háblanos de este espacio, ¿cómo surge y qué buscas en él?
Los últimos años –después de decidir que quería publicar mi libro- pasé por un período de mucha frustración, mandaba y mandaba correos electrónicos a editoriales, y la respuesta era siempre la misma: “No estamos recibiendo manuscritos”. Iba de concurso en concurso, y no lograba nada, lo cual me llevó a sitios muy densos y oscuros. Luego entendí que no todo pasa por mis manos, y que, la mayoría del tiempo, estamos sometidos a lo que los demás –aquellos con poder- dictaminan sobre nosotros. Fue entonces que decidí crear este pequeño espacio de divulgación literaria, y del cual, puedo decir, he rescatado muchas cosas buenas: aprendizaje, empatía y amistad.
¿Cómo organizas lo que se comenta en la revista? ¿Cómo ha sido el feedback con los lectores/seguidores?
Generalmente ando trayendo una libreta en la que voy anotando lo que se va a publicar; luego lo paso al computador, y ahí continúo organizando el blog de la página web y el perfil de Instagram. Me da gusto saber que hay tanta gente interesada en que sus poemas, cuentos o artículos sean publicados; hay mucho talento dando vueltas por las calles, pero muy poca gente dispuesta a darle la importancia que merece, y eso, probablemente, le dé más valor a este tipo de rincones digitales.
¿Qué le dirías a los jóvenes que se inician en el arte de escribir? ¿algún método que desees compartir con ellos/as?
Les haría la siguiente pregunta: ¿De verdad quieres ser escritor/a? Entonces ve, diviértete, pásala mal y equivócate, porque hay que morir un par de veces antes de empezar a escribir. Creo firmemente que todo radica en las experiencias, y que estas, por mínimas e insignificantes que parezcan, nos moldean como personas, y eso se hace evidente a la hora de hacer arte. No importa si te pasas una semana entera frente a una hoja en blanco o si las ideas no llegan a la hora: los textos se van tejiendo día a día.
Finalmente, ¿por qué leer “El señor de las mentiras & otros relatos”?
Porque es una recopilación de cuentos que van desde lo más mundano de la existencia a lo bella que esta puede llegar a ser. Porque aborda temas que aún coexisten bajo la alfombra de la vergüenza, el pudor y el miedo, y que la gente, por lo general, evita como si de una plaga se tratara. Ya lo mencioné una vez: este libro va dirigido a todos aquellos que están fuera de la norma… A aquellos que viven escondidos en los rincones de la mente.
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