Mercurio Retrógrado: la crudeza literaria de Hugo Lepe
- Tamara Croxatto

- 1 may
- 3 Min. de lectura
En Mercurio retrógrado, Hugo Lepe nos sumerge en una narración cruda, intensamente autobiográfica y cargada de provocación, que recuerda al realismo sucio de Charles Bukowski, pero con un acento y una decadencia marcadamente chilena. La novela presenta a Jorge Mateluna, un escritor cincuentón, marginal, con una carrera literaria oscilante, envuelto en relaciones fallidas, adicciones cotidianas y una lucha persistente por mantenerse a flote tanto económica como emocionalmente. Lepe articula un universo donde la escritura no es redención sino un acto desesperado de resistencia. Mateluna es un narrador en ruinas. Desde su departamento subvencionado en una comuna periférica, observa con resentimiento, lúcida autocompasión y una ferocidad que raya en lo grotesco, su pasado como "escritor de culto", su presente como figura cancelada por las redes y su futuro como eterno marginal. La novela se articula a partir de episodios sexuales, encuentros con mujeres que oscilan entre la nostalgia, el deseo y la decadencia, y monólogos internos que revelan una mente atrapada entre la soberbia literaria y la precariedad vital.
La escritura de Lepe es directa, brutal y muchas veces incómoda. Se adentra sin pudor en escenas sexuales, en descripciones de consumo de drogas, en diálogos con personajes marginales que pueblan su entorno. Sin embargo, más allá del morbo, hay un ejercicio de estilo consciente, una voluntad de usar el lenguaje como bisturí que expone no solo la miseria del protagonista, sino también las hipocresías del mundo literario y cultural que lo rodea. "Mercurio Retrógrado" no busca moralizar, sino exponer: el cuerpo, la adicción, el deseo, la frustración, el fracaso. En esa exposición también hay una dimensión filosófica. El personaje, que trabaja redactando textos sobre Nietzsche para un coach de autoayuda, refleja la tensión entre la filosofía como aspiración de grandeza y la realidad cotidiana de quien vive de forma indigna. Lepe juega con esta contradicción, parodiándola, pero también cargándola de sentido: Mateluna no es un héroe trágico, sino un sobreviviente, un bufón crítico que, desde su caótica existencia, logra alumbrar con honestidad una sociedad que prefiere mirar hacia otro lado.
El sexo, como eje de muchas escenas, está tratado desde una perspectiva frontal, a veces cómica, a veces brutal, pero siempre como reflejo de carencias afectivas, de necesidades materiales, de la búsqueda de poder o redención en cuerpos ajenos. Las mujeres que aparecen en la vida de Mateluna son, por momentos, reflejos de su miseria y, en otros, catalizadoras de los pocos momentos de conexión humana que logra experimentar. Isaura, Elisa, Samantha, aparecen y desaparecen dejando cicatrices más que huellas, y lo obligan a confrontar sus propios límites El universo de Lepe está lleno de detalles que lo anclan en la realidad: nombres de calles, de botillerías, de figuras de la cultura local, referencias a redes sociales, a fóruns, a editores reales. Todo esto le da una verosimilitud que potencia el efecto testimonial de la novela, aunque esté ficcionalizada. El protagonista mismo lo reconoce: su pasado como escritor fue real, sus publicaciones existen, pero su presente es el de un paria, un sujeto cancelado, al borde de la locura y del ridículo.

La novela es también una crítica velada al mundo editorial. El personaje recibe migajas, apenas logra colocar sus libros en circuitos alternativos o ferias marginales. Su nuevo editor representa tanto una esperanza como una caricatura de la industria: vende sueños digitales, promete circulación global mientras apenas tiene librerías físicas. Esa tensión entre el deseo de trascendencia del autor y la banalidad del mercado atraviesa toda la novela. Hay una dimensión ética también. Lepe no escapa a la pregunta sobre qué se puede o no se puede escribir, sobre los límites del humor, del deseo, del cuerpo expuesto. En tiempos de corrección política y sensibilidades rápidas, la novela desafía esa comodidad: expone lo sucio, lo impresentable, lo contradictorio. Y lo hace con una escritura que, pese a su brutalidad, está trabajada con una precisión admirable. Nada sobra, cada frase revela algo del personaje, del mundo que lo rodea, del Chile que no sale en los suplementos culturales.
Hugo Lepe ha escrito una novela profundamente polémica, pero también necesaria. Un texto que duele, que incomoda, que se aleja del preciosismo para apostar por una narrativa visceral, cargada de humor negro, desesperanza y humanidad. Mercurio Retrógrado es un retrato feroz del escritor en la era de la cancelación, un testimonio de supervivencia y una invitación a mirar lo marginal no con lástima, sino con atención. En sus mejores pasajes, la novela recuerda que el oficio de escribir no es solo estética, sino también posición vital. Que narrar desde la marginalidad no es una pose, sino una forma de no dejarse absorber por los discursos oficiales. Que un escritor, incluso despreciado, puede seguir siendo un testigo incómodo y potente de su tiempo.







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